El cementerio de Torres del Paine es uno de los mayores
descubiertos en la historia.
Científicos chilenos han descubierto en Torres del Paine un
cementerio con al menos 46 ejemplares enteros de ictiosaurios, uno de los
grandes reptiles marinos de la época de los dinosaurios que desapareció hace 99
millones de años.
«Es uno de los yacimientos de ictiosaurios más grandes de la
historia o por lo menos de los que conocemos hasta el día de hoy», dijo el
paleontólogo Christian Salazar, del Museo Nacional de Historial Natural(MNHN).
Zona del Glaciar Tyndal donde se realizó el descubrimiento |
Restos fosilizados de ictiosaurios |
Los ictiosaurios fueron un orden de reptiles de la subclase
de los euriápsidos.
Medían de 1 a 10 metros de longitud. Estaban adaptados a la
vida marina con su cabeza grande, cuerpo fusiforme, extremidades pares en forma
de aletas, mayores las anteriores, y con 5 a 12 dedos provistos de numerosas
falanges y cola ahorquillada; hocico largo y mandíbulas provistas de numerosos
dientes, lo que demuestra su régimen carnívoro y cavidades orbitales muy
grandes, signo de ojos grandes y de posible vida abisal.
Los primeros aparecieron en el Triásico tardío y alcanzaron
su clímax en el Jurásico, para extinguirse misteriosamente al final del
Cretácico junto con otros reptiles.
En total durante 160 millones de años dominaron los mares,
mientras que los dinosaurios dominaban la tierra firme.
En solo tres campañas de exploración los investigadores han
hallado 46 ejemplares, entre ellos uno con dos embriones de quince centímetros
y con restos estomacales que «lo colocan en una categoría de conservación
privilegiada y casi única», recalcó Salazar.
Todo comenzó con una joven estudiante de pregrado, Judith
Pardo, que fue invitada por unos glaciólogos a investigar la zona del Parque
Nacional Torres del Paine y descubrió los restos. «En un congreso posterior en
la Universidad de Concepción, ella expuso sus primeros datos ante el profesor y
doctor Wolfgang Stinnesbeck, quien la invitó a hacer su doctorado en Alemania»,
recordó el paleontólogo quien se unió al proyecto mientras estaba haciendo su
doctorado en la Universidad de Heidelberg (Alemania).
Articulados y con la cabeza quebrada:
Según Salazar, que organizó la primera campaña para evaluar
el potencial de esta investigación, «estos organismos tienen la cabeza quebrada
y se encuentran completamente articulados, o sea que cuando fueron
transportados sus carnes contenían sus huesos unidos, si hubieran muerto más
arriba habríamos encontrado su cuerpos dispersados».
Los ictiosaurios medían cinco metros de largo y vivieron
entre el periodo Triásico y el Cretácico y al menos 46 de ellos quedaron
sepultados por las rocas del glaciar Tyndall, de acuerdo con los resultados de
los tres investigadores que fueron en la primera campaña.
«Las rocas en las que están contenidos los ictiosaurios son
series turbiditicas, depósitos de verdaderos aluviones o derrumbes submarinos
que ocurren esporádicamente producto de la inestabilidad de la topografía»,
explicó el investigador.
Esas rocas tenían información de «ocho grandes eventos o
derrumbes» en los que, además de los ictiosaurios, quedaron contenidas aletas y
otras partes del cuerpo, que llevan a los investigadores a preguntarse cuáles
eran los depredadores de esta especie prehistórica.
«Clásicamente están asociados con los plesiosaurios, pero no
encontramos evidencia de ellos en esta área, aunque estamos seguros de que con
más campañas de exploración encontraremos restos», dijo Salazar.
Aunque parece que los ictiosaurios se extinguieron a
consecuencia de un calentamiento global, aún se desconoce la causa definitiva,
pero este cementerio promete arrojar luz sobre las preguntas que la
paleontología aún no puede responder.
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